Índice
¿A qué nos referimos cuando hablamos del niño/a interior?
El término “Niño Interior” hace referencia a la parte psicológica y emocional de nuestra infancia que sigue latente en nosotros en la vida adulta. Todos tenemos ese niño o niña interior que representa nuestros aspectos más vulnerables y sensibles.
Ese/a niño/a sigue en nosotros sin importar la edad que tengamos. Lo está cuando somos auténticos/as, espontáneos/as o cuando nos divertimos jugando y dejamos fluir nuestra creatividad.
Por otro lado, también guarda las experiencias que nos causaron dolor y no supimos cómo procesar e integrar. Muchas de ellas provienen de necesidades no cubiertas que nos causaron heridas emocionales.
Esas heridas, cuando no son atendidas ni sanadas, nos pueden provocar reacciones desmesuradas ante situaciones aparentemente neutras, ataques de ira, conflictos en nuestras relaciones o adicciones. Es como si de repente surgiera en nosotros una parte sombría que no reconocemos. Conectar con esos aspectos nos hará recuperar la vitalidad y energía positiva que olvidamos el momento en el que perdimos de alguna manera la inocencia.
“El trauma no se limita a las circunstancias externas que hemos vivido, sino a la manera en que nuestro cuerpo y mente han reaccionado y siguen reaccionando ante esos eventos.”
Peter Levine
Las cicatrices que nos dejan las necesidades no cubiertas de nuestra niñez
Al nacer y cuando vamos creciendo tenemos unas necesidades básicas que nuestros padres o cuidadores deben de proveer, como es que nos alimenten, cuiden y protejan. Pero no solo eso. Como niños, e incluso de adolescentes, también necesitamos que nos vean, nos reconozcan, nos valoren o nos den un amor incondicional. Cuando el niño/a o el adulto/a siente en algún momento que esto no es así, cree que ha hecho algo mal y adopta conductas desadaptativas para ser aceptado/a. Un ejemplo puede ser que nuestra madre o padre estuviera enfermo/a y no nos pudieran atender emocionalmente, teniendo que dejar a un lado nuestras prioridades y necesidades.
Ese niño/a acaba reprimiendo emociones o sintiendo que no merece recibir amor, lo cual le genera un vacío emocional con el que se hará adulto/a.
Como he escuchado en varias ocasiones de expertos en la sanación de nuestro niño interior, no es tan importante lo que nos haya sucedido, por muy duro que haya sido, sino el haberlo vivido en soledad.
Las heridas de nuestro/a niño/a interior
Para que nuestro/a niño/a interior tenga una herida emocional no es necesario que haya sufrido abusos extremos, es suficiente con que no llenaran nuestras expectativas en un momento concreto o incluso que nos sobreprotegieran. John bradshaw, famoso terapeuta y creador de un método revolucionario para la recuperación del niño interior, nos hablaba de cinco heridas principales que quedan en el niño como cicatrices emocionales generadas en sus primeros años de vida. Estas heridas son: abandono, abuso, humillación, traición y rechazo. Puede ser que nuestra madre no pudiera estar por nosotros cuando reclamábamos su atención y lo viviéramos como un abandono, o necesitáramos el apoyo de papá y al no tenerlo como esperábamos sentimos un rechazo. Bradshaw decía además que: “Mientras más sepamos cómo perdimos nuestra espontánea brillantez y creatividad, más posible será hallar maneras de recobrarlas. Hasta podremos ser capaces de hacer algo para evitar que en el futuro esto les suceda a nuestros hijos”.
Pautas que pueden ayudarte a reconocer cuando actúas desde tu niño/a interior herido/a
Estos son algunos de los comportamientos y actitudes que pueden señalar que estás actuando desde tus heridas emocionales de la infancia:
Co-dependencia. Excesiva preocupación por el estado emocional del otro, lo que te hace sentir que su felicidad depende de ti. La persona co-dependiente ha perdido su identidad de tal manera que se ha alejado de sus propios sentimientos, necesidades y deseos.
Conductas ofensivas y violentas hacia otras personas. Esto puede indicar una acumulación de dolor, rabia y resentimiento en nuestro niño/a interior respondiendo al estrés de forma impulsiva y destructiva.
Comportamientos narcisistas. Puede ser provocado por una sobre valoración que seguimos buscando para mantener nuestra autoestima, falta de límites claros o expectativas poco realistas donde se esperó de nosotros el éxito y la perfección.
Desconfianza en la vida. Percibir al mundo como un lugar inseguro y peligroso. La causa puede ser un trauma o abuso, experiencias de rechazo, abandono y/o traición o una falta de figura de autoridad y energía masculina.
Represión de las emociones. Como protección ante el dolor, respuestas adaptativas o creencias familiares y/o sociales donde no estaba bien visto mostrar nuestra vulnerabilidad.
Falta de seguir las normas establecidas o ser demasiado/a rígido/a al tomar decisiones y en tu forma de pensar.
Evitar el conflicto o buscar constantemente la aprobación y valoración de los demás.
Conductas adictivas, compulsivas o extremas.
Sentimiento de miedo o ansiedad en circunstancias que no lo justifican.
Conflictos en las relaciones, como problemas a la hora de establecer límites, falta de confianza o dificultad a la hora de establecer conexiones profundas.
Sentimientos de vacío emocional y reclamo de atención constante.
A través de los sueños. Estos pueden contener pistas a las necesidades, miedos y deseos de nuestro/a niño/a interior.
Hacer conscientes nuestras heridas y darnos cuenta cuándo respondemos desde ellas, es el primer paso para poder sanarlas desde la madurez emocional.
Atender a nuestras heridas emocionales desde el amor y la compasión
Para sanar nuestras heridas de la infancia se hace indispensable reconocerlas y aceptarlas. Evitarlas no hará que desaparezcan, todo lo contrario, acabamos generando relaciones desde el vacío y no desde el amor. Cómo adultos tenemos el poder y la responsabilidad de decidir quién queremos ser en relación a lo que nos sucedió. De lo contrario seguiremos proyectando nuestras carencias en nuestro entorno y señalando a los demás como culpables. Lo cual nos deja en una posición de víctimas que nos paraliza y mantiene en bucle repitiendo los mismos conflictos de manera inconsciente. Sin duda este es un proceso profundo y significativo que requiere de autoconciencia, autocompasión y trabajo interior continuo. En cada persona es única y puede llevar tiempo, por eso es importante ser pacientes con nosotros mismos y con el proceso.
El poder liberador y sanador del perdón
Todos, en mayor o menor medida, tenemos heridas emocionales de la infancia que a veces dominan nuestra forma de actuar y nos generan conflictos. Nuestros padres también tienen o tuvieron las suyas, y a la vez los suyos. Si bien es cierto que hay casos de abusos y violencia extrema, es nuestra responsabilidad como adultos sanar nuestras propias heridas. No se trata de justificar sus conductas, pero si queremos ser libres emocionalmente y dejar atrás las cargas del pasado, debemos soltar el rencor y trabajar el perdón. La que fue escritora y oradora de gran éxito Louise Hay es un gran ejemplo de superación y sanación de su niña interior. Tras haber vivido una infancia de abusos y haber crecido con una profunda desvalorización, se curó de un cáncer terminal y reconoce que: “A veces, lo que parece una tragedia, parece ser lo mejor que nos ha pasado en la vida”. Su proceso de sanación incluyó un profundo proceso de perdón.
“Perdonar a alguien no significa que apruebes su comportamiento. El acto del perdón tiene lugar en tu propia mente. Realmente no tiene nada que ver con la otra persona. La realidad del verdadero perdón radica en liberarnos de aferrarnos al dolor. Es simplemente un acto de liberarse de la energía negativa.” Louise Hay
¿Qué puede hacer tu Yo adulto?
Además de aceptar nuestras heridas y un trabajo profundo de perdón, podemos acudir a varias herramientas:
Conecta con tus emociones y permítete sentirlas sin juicio. Cuando reprimimos emociones, parte de la energía generada queda dentro de nosotros. Ésta puede manifestarse de diversas maneras en la edad adulta, como ansiedad, depresión, baja autoestima o patrones de comportamiento poco saludables. Liberar esta energía retenida nos permite sanar esas heridas emocionales y vivir una vida más plena y equilibrada.
Autoindagación: A veces no es fácil identificarlas e incluso sentimos que no las tenemos porque hemos tenido una infancia feliz. Y seguramente es así, pero nuestras heridas quedan guardadas en nuestro inconsciente y es a través de los conflictos donde podemos detectarlas. Reflexiona en cada uno de ellos y trata de identificar cuál puede haber sido el factor detonante. Identificar la emoción, y puesto que para ella no existe el tiempo, te puede ayudar a conectar con la vivencia de dolor del pasado y sanar.
Trátate a ti mismo/a con la misma ternura y compasión que te gustaría haber recibido. Cultiva un diálogo interno positivo y de aliento.
Considera buscar ayuda profesional a través de terapia o asesoramiento. Un terapeuta puede ofrecer técnicas específicas para sanar las heridas emocionales y brindar un espacio seguro para explorar tus emociones.
Autocuidado: Dedica tiempo a cuidar de ti mismo/a física, mental y emocionalmente. Realiza cualquier actividad que te aporte alegría y paz interior.
Genera relaciones que te nutran emocionalmente. Las conexiones positivas con los demás pueden ayudar a sanar las heridas del pasado al proporcionar un ambiente de amor y aceptación.
Las fortalezas y dones de nuestro/a niño/a interior
Tu niño/a interior tiene habilidades que ha olvidado y que necesitan ser recordadas. Le debes hacer las paces con lo que le sucedió, comprendiendo que los adultos responsables de su cuidado no lo supieron hacer mejor. Abrázalo/a y dile palabras de aliento pero también de firmeza, viendo su dolor pero también sus fortalezas. Lo único que ese niño o niña quiere es estar en paz. No quiere estar resentido/a ni vivir en el pasado, sino perdonar y mirar hacia un futuro lleno de felicidad y amor. El amor que tal vez un día no sintió, pero que siempre estuvo en él o ella. Agarra las riendas de tu vida desde tu madurez emocional para volver al tablero de juego y vibrar con todo lo que la vida tiene para ofrecerte.
“Utilizo los recuerdos, pero no permito que los recuerdos me utilicen” Shiva Sutras
Enlaces que me sirvieron de ayuda e inspiración:
10 pasos para sanar a nuestro niño interior herido por Yvonne Laborda (youtube.com)
VÍDEO DE ORO: ¿Cómo Sanar las Heridas emocionales de la Infancia? por Paloma Crisóstomo (youtube.com)
Cómo SANAR las HERIDAS EMOCIONALES de la INFANCIA | Fer Broca (youtube.com)
Detecta y sana las 5 heridas de la infancia | Anamar Orihuela & Johnny Abraham (youtube.com)
Poema “Niño Interior” de Miguel Font Si yo tuviese alas, volaría a difusas épocas pasadas, para quitar espinos del camino que dejasen tu alma lastimada; solo entonces, después regresaría para no ver tristeza en tu mirada. Si yo tuviese alas, viajaría por las inciertas sendas del mañana, preparando los sueños y utopías que en tu esencia llevas albergadas; solo entonces, después regresaría para no ver tristeza en tu mirada.
Encadenado estoy a este presente, necio de mi, soñar con tener alas he de fundir mis ojos en tus ojos así esta realidad será cambiada, y será un poco mía tu tristeza, y será un poco tuya mi mirada.
Comments